domingo, 7 de junio de 2009

Georgie B. & Edy P.


Georgie contaba cinco años recién cumplidos y ya sabía leer en inglés y en castellano. Era de contextura mediana, apenas encorvado; temeroso y cauto. Tenía algunos problemas en la vista que había heredado de su padre y que luego lo dejarían ciego. La biblioteca de la familia era su refugio.
No solía hacerlo, pero esa mañana se escapó de su casona del barrio de Palermo con la complicidad de su hermana y se encaminó hacia el oeste con el décimo tercer tomo de Las mil noches y una noche de Richard F. Burton, bajo el brazo. Unos minutos más tarde, se encontró caminando por la orilla del arroyo que dividía la ciudad en dos y que luego, entubado, ocultaría su furia hasta los días de lluvia en los cuales inundaría cada rincón aledaño a su cauce.
Edy ya había cumplido los siete, era más valiente o despreocupado, sus padres lo habían abandonado para siempre y vivía con su tío Allan quien, si bien costeaba todos sus gastos, nunca llegó a quererlo como a un hijo.
Con la complicidad de su nodriza y con su cuaderno de dibujos y poemas, se encaminó hacia ese río que más tarde lo convertiría en héroe por un día al nadar seis millas contra la corriente. Aún no se había enamorado perdidamente de Helen Stanard.
El agua amarronada circulaba tranquilamente. De un lado la civilización, del otro, los orilleros. El silencio era total; la atmósfera, nauseabunda. La profundidad del arroyo impedía la circulación de embarcaciones; a lo lejos podía verse la basura estancada que iba cediendo poco a poco.
Georgie se detuvo un instante. Apoyó una de sus rodillas en la tierra, pudo ver una lombriz que asomaba su cabeza a la luz del sol; miró hacia ambos lados como temiendo que el 166 la atropellara. Fue en ese momento, tal vez, cuando creyó escuchar: “¡Una caja de madera!”.
- ¿Dónde? ¿Cómo es?– inquirió Georgie tratando de fijar su vista en el agua sucia, putrefacta.
Edy, que había dejado a un costado sus dibujos y el lápiz gastado - con la mirada fija en el agua- sin dejar de acomodarse el cabello dijo:
- Su color marrón oscuro se confunde con el barro del lecho. Apenas flota unos segundos y se vuelve a sumergir. Es de pino, tiene unas letras gravadas en color negro en su parte superior.
- No puedo observarla – balbuceó con incredulidad, pero sin burla, Georgie.

Edy se irritó, como haría en el futuro cuando intentara convencernos que sus textos eran una creación intelectual y no sólo las pesadillas de un borracho y opiómano. Aunque ambas cosas fueran ciertas.

- Ahí, me pareció verla. Es fina y larga.- refirió Georgie pausadamente.
- Mucho más larga que ancha… ¡oblonga!- grito Edy. Tiene una inscripción en la parte superior en tinta negra. ¡Está en inglés!
- Mi abuela se ha encargado que mi hermana y yo hablemos el idioma sajón con la misma facilidad y espontaneidad que el lenguaje de la península ibérica – expresó despreocupado intentando desviar su vista hacia la otra orilla, sabiendo que podía impresionar a cualquiera con su léxico erudito.
- Yo puedo leer el idioma perfectamente, pero no puedo traducirlo: “Mrs. ADELAIDE CURTIS, Albano, n, Cork. Send of Cornelius Wyatt. Keep these side up. Be careful”- dijo Edy.
- Debe ser un envío postal, un regalo, tal vez. Un objeto valioso.- agregó Georgie agarrando un palo y apoyando su cuerpo sobre el.
- Raro tamaño el de la caja, ¿qué será?
- No creo que sea una carta, debe ser un objeto, ¿cómo habrá llegado allí?
- Un naufragio.
- ¿Un tesoro?
- De alguna manera, eso los ha sobrevivido a todos, inclusive al Sr. Wyatt.
- El objeto, seguramente se encuentre allí. – comentó Georgie que ya estaba serio y comenzaba a notar que uno de sus ojos se desviaba levemente como cada vez que los fijaba
- Sin lugar a dudas la forma tiene que ver con lo que vamos a encontrar allí, aseguró Edy sentándose en el barro.
- ¿Qué contendrá? Esa forma puede contener cualquier tipo de objeto: una esfera.
- Es claro que la forma oculta algo; es de ese tamaño para disimular lo que traslada. Tal vez nadie hubiese subido a ese barco si hubiese tenido conocimiento de lo que transportaba la caja.
- Un objeto que contiene todos los puntos del mundo, visto desde todos los ángulos.
- Me pareció haber escuchado a mi padre hablar en alguna oportunidad del Sr. Wyatt. Era un reconocido artista plástico que contrajo matrimonio con una hermosa muchacha. Si bien él solía resaltar las cualidades femeninas de la mujeres que frecuentaba, en este caso había sido bastante cauteloso ya que se trataba de la mujer de su vida. Estaba realmente enamorado.
- La divinidad, un objeto que, de algún modo sea todos los objetos.
- Había decidido abandonar Carolina del Sur y viajar a Nueva York. Por ello adquirió pasajes en el barco “Independence”. Iría con sus dos hermanas y su criada a presentar sus nuevos trabajos a la gran ciudad.
- Una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Imagina un conjunto infinito, imposible de enumerar
- Lo cierto es que su esposa falleció antes de zarpar y eso marcó su vida. ¿Qué haría sin ella? ¿Abandonaría todo? ¿La dejaría allí y se marcharía a NY? De ninguna manera, decidió ir a hablar con el capitán Hardy con quien consensuó que podía trasladar el cuerpo en su camarote pero disimulando su contenido para no espantar al resto de lo pasajeros. Encargó la confección de una caja de madera más larga que ancha y puso el cadáver rodeado de sal.
- El diámetro del objeto será de dos o tres centímetros pero el espacio infinito estará allí sin disminución de su tamaño.
- Lo cierto es que el Sr. Wyatt enloqueció y cada noche abría la caja oblonga y veía el rostro de su enamorada muerta. Fue esto sin duda lo que provocó a los dioses para que enviaran la tormenta feroz responsable del hundimiento del barc0.
- ¿Para qué buscaría un objeto que contenga infinitos objetos? Objetos que asombrosamente ocuparán el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Simultáneamente
- Por supuesto que pudo haberse salvado, pero estaba loco. Se encontraba a salvo en un bote salvavidas cuando decidió que no abandonaría a su esposa. Exigió que la embarcación traslade la caja a los gritos. Fue el capitán, el único que sabía del contenido y de la desgracia que les había traído, quien se negó. Fue entonces cuando volvió al buque, ató la caja a su cuerpo y se tiró a la mar…
- Observándolo se podrá ver el objeto desde todos los puntos, en el objeto la tierra toda y en la tierra otra vez el objeto y en el objeto la tierra nuevamente. ¿Como podría enumerar siquiera parcialmente la infinitud?
- Se habrá ahogado y el tiempo pudrió la soga dejando el cuerpo del Sr. Wyatt en algún lugar y la caja vagando por las aguas. Seguramente en su interior estará el cuerpo. El bello cuerpo de la esposa del Sr. Wyatt que se conserva intacto, ¿por qué otro motivo nuestro héroe ataría la caja a su cuerpo con el objeto de salvarla? Revivirá, revivirá…
- Será el verdadero, el verdadero aleph, no como el de la calle Garay.
Georgie se recostó sobre el barro seco y pudo sentir los rayos del sol de enero en su rostro; Edy hizo lo mismo advirtiendo la humedad del suelo helado. Siguieron pensando en sus historias hasta que se puso el día y se precipitó la noche y se levantaron, ya sin mirar el agua y corrieron cada uno a sus casas. Sin advertirse, callados.

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