sábado, 30 de octubre de 2010

BLANCO Y NEGRO


El se fue y me dejó una foto. Una imagen, compuesta de muchas otras, que no puedo parar de mirar. Sonriente, nervioso e inmóvil.
Me llamó extasiado de algún lugar. Le pregunté: ¿cuando yo te miro, vos me ves? Se rió a carcajadas. Como tantas otras veces creyó que estaba bromeando o que intentaba una frase poética. Me resulta difícil comunicarme por teléfono. “Tengo buena música en el alma, estate bien, te mando un beso”, me dijo. Puse la boca para recibirlo. Lo imaginé lleno de luz. Miré de soslayo la foto que estaba sobre mi escritorio. “¿Como estás vestido?”, le pregunté antes de que cuelgue y temí que se enoje. “De blanco.... Te dejo, amor. Besote. ¿Querés que me vista de negro?”
El solía estar allí, en los extremos. Si no era blanco, era negro. La ausencia o la síntesis de los colores.
Aquella noche imaginé que todos los matices estaban en él. La superposición de ellos, la luz. Me puse a ver detenidamente la foto que estaba compuesta de otras tantas. En algunas - la mayoría - aparecía vestido con el color puro y luminoso que resaltaba sus rasgos finos y masculinos. Remera suelta, camisa fuera del pantalón, bermudas.
Apoyé el teléfono en la mesa y me dirigí hacia el placard. Ví la representación del cuerpo de mi madre tomando una percha y eligiendo un vestido mientras me decía: “Este color representa, según algunas creencias, la fecundidad y la forma en que las cosas comienzan a gestarse. El Caos, que todo lo contiene en potencia y donde todas las cosas son posibles”.
Sentí alivio como cada vez que escuchaba su voz. Sabía lo que quería decirme. Fui noche, oscuridad. Me puse el vestido que cubría la totalidad de mis piernas y dejaba ver gran parte de mi espalda. Represente la ausencia de luz o, en realidad, el tiempo anterior a ella. Llegué a la fiesta erguida, segura. Algunos ojos se posaron en mi cuerpo o en el color de mi atuendo, otros en el dibujo de mi sonrisa. En el medio de la pista de baile me encontré con mi complemento – un ángel blanco- sonriendo, con los brazos abiertos. Nos abrazamos y nos contuvimos. Nuestra energía se fusionó y se diluyó. Nuestros mundos se combinaron como los colores en la paleta de un artista. Pensé en gris. Pero fuimos blanco y negro, ambos.

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